A caballo de un signo


La casa de la vida

mi casa era esta tierra
pero esta no es mi casa
anduve por pasillos inundados de agujas excrementos gasoil y siliconas
golpeaba a cada puerta preguntaba nadie te conocía
en las habitaciones se amontonaban ojos de mujeres y hombres
latiendo se tendían por los hilos de sol detrás de la ventana
y había rastro de edades de una guerra y el gorgoteo pálido
de sudor a caballo entreverado
pasaban procesiones de santos y mendigos verdugos sacerdotes
levantaban tribunas declamaban
-los santos y verdugos eran los más fervientes oradores-
y por la noche el ruido
tu casa entera caía de rodillas hacia el grito asombrado del naufragio
gemía como un búfalo herido en espantado celo se escoraba
mi casa era esta tierra
pero esta no es mi casa

- II -

de pie sobre las horas un ojo de neón entre la multitud
yo velaba tu puerta y esperaba
esperaba el anuncio de las aves marinas sentadas a tu sombra
un estallido de furiosos profetas en marcha por los campos
y el regreso triunfal de tus muertos de olvido a paso de gangrena
anunciando la aurora boreal de tu llegada
pero te demorabas preguntabas
¿quién se atreve a reclamar así por la dueña de casa?

- III -

entonces derribé la última puerta
me arrastré por tus venas hojarasca de vidrio piedras falsas
busqué tu corazón con el sigilo ardiente
de un cazador furtivo
y encontré solamente los olores que encorvaban la espalda entre tus piernas
el miedo empalagoso de farolitos rojos
la urgencia de tus clientes taconeando con sus botas crujientes a la puerta
bien puedes recordar señora tiempos de campanario
por donde convocabas la piel de las semillas
cuando de buena tierra nos parías y nos echabas a ganar el pan
agitando tu adiós desde la puerta rigurosa negrura acrisolada
de planchado y molienda
la vida era una hueste de bestias luminosas
y la sencilla muerte
apenas un temblor
como lavarse el cuello sobre el pozo
alguna madrugada

Los pájaros

los pájaros
posados en las ramas de tu casa de sueños
inmóviles callados como el cuervo de Poe
tu dirás “no les di el gusto de preguntarles nada”
y te reirás después y sin embargo
tras el cascabeleo de esa risa los pájaros regresan
invencibles tribunos desafiantes
y se posan de nuevo tú asomas la cabeza sobre la chimenea
y el cielo es un vestido desgarrado los bordados le cuelgan
se desgranan “mi madre lo bordó”
tu casa era un temblor en el pecho del campo
de pronto te escondiste y escuché los cerrojos de la puerta
adentro resonaban las cucharas prontas para la cena
mientras tus manos alineaban muñecas de cabellos plateados
tacitas para el té
acá afuera la luna llueve sobre las ruinas
¿no vas a preguntar si están ahí los pájaros?

Lugares azules

pero entre los escombros del sueño que soñaba
quedaron implacables cosas muertas
y recordó ese mundo
del que volvía errante
resbalosa la piel de sudor de ojos verdes
y la sangre que roe sin respirar apenas
tres veces fue la madre caminando hacia el sueño
tres veces no me llama por sobre la borrasca
los hijos permanecen con los ojos abiertos
en lugares azules de nombres olvidados
no se turba ninguno no vuelven la mirada
desprendido de espíritus revueltos
el pie tienta y avanza
mientras resbala el mundo en jirones de leche por los dedos
y al traspasar la puerta se perdió en el abismo de otro sueño
¿dónde empieza la orilla
en el mar o en la arena?
alguien habita el bosque que sorprendió al durmiente
escapar hacia el sueño por avenidas blancas
abrir todas las puertas que dan a la tormenta
cerrar el libro con un dedo de plata
pasar frente a un hechizo
cuando apague las lámparas
no contaré jamás cuánto me sueño
ni cuánto me despierto

Memoria de las lámparas

se aparecen de a uno o en multitud vestida de domingo
entran por la ventana con aire de familia y a veces prenden lámparas
por si alguno se olvida de sacudirse el miedo a la memoria
se vienen de visita sin aviso
alguien pone la mesa
y extiende los retratos como cartas de póker
hay que atreverse entonces a mirar
como por sobre la cabeza de aquel muerto
aquí estoy yo, de pie bajo la parra
o de botas de goma al borde del arroyo
y mi hermano está allá
en mitad del camino con el rifle a la espalda y cantimplora
rumbo al Cebollatí
en tardes de tormenta se deslizan tronantes
sobre el techo ruinoso del silencio
irrumpen calcinantes en mitad de la imagen de un abuelo
de overoll entre hortensias
o señalan el pecho de mi abuela
balcón de altas ventanas abiertas a mi nombre
de vez en cuando escapan prófugos tempestuosos
cocean bajo el polvo conspiran
se impacientan
se aparecen de a uno ciertas noches
como antiguos amantes
regresados en gozo a la memoria azul
de los zaguanes

Posdata

hay un bosque sembrado del paso de mis muertos
mis amantes mis hijos
mueven la telaraña de una rama
dicen la huella de una mano de pluma
devuelven un silencio
andan en mapas de hojarasca y corteza
van por el mundo y viven
o no viven algunos
se asoman sobre el tiempo me saludan si quieren
alguien guarda mi foto o un mechón de mi pelo entre sus libros
todos de tarde en tarde me detestan
irrumpen en mi casa ciertas noches echan abajo el sueño y el sonido
en el filo del alba abandonan sus trajes
caracolean sonrisas con ojos como anémonas
se marcha cada uno por su lado
en verano se olvidan de mi nombre

hay un bosque sembrado de voces de mis muertos
mis amantes mis hijos
todos preguntan miran se impacientan
me reclaman un mundo de donde nunca vuelven
la profecía de un signo
una orilla goteante de palabras
la cifra sideral de lo no dicho
mientras ellos aguardan o no aguardan
mientras ellos asaltan los caminos
y cabalgan a lomos de su historia
soberbios peregrinos
en la mitad del pecho me asoma un bordoneo de campanas hundidas
una danza de abejas extraviadas
por lo que no les dije
todavía

Mareas

siete veces soltamos en silencio las redes
siete sueños sedientos recogimos

por encima la mar y el rugido del cielo
por debajo se encrespa la impaciencia del miedo
con sus cabellos verdes
a lomos del silencio

navegar sin memorias cardinales
lanzar al mar la brújula
desnudarse de esta mísera piel
asaltada sin pausa por el salobre signo

Palabras espumosas

al pie del pensamiento se me tiende el umbral
de una casa sangrante de palabras
por la que voy cerrando puertas al incendio del día
todo lo conocido permanece con los ojos abiertos
bajo cuarenta grados de delirio
y el umbral no está aquí ni afuera ni debajo
sin embargo en su centro todo un jardín furioso despereza tentáculos
crepita por los muros
desordena las sílabas y con arisca lengua
explora los contornos de la idea
el umbral no encontrado resbala su sonido con despaciosa sed
bajo las puertas
busca entre los andamios de papeles y tinta
la abolida legión de palabras que bajan por mi lengua
de pronto una saltó desde la tempestad de la garganta
y estalló en alarido calcinado
entonces me lancé contra las puertas
pero ellas escaparon como gacelas blancas hacia el día
desde los siete puntos cardinales caían las murallas de mi cuerpo
un mar vino a saberme con su armada invencible de memoria
y arrojó entre mis piernas palabras retorcidas espumosas de parto
sentencias de ojos muertos
secretos desplegados como dioses desnudos
temblando en el jardín
ebrio de pensamiento
un fruto azul se abrió
para mi oído

El nombre de la vida

tu nombre es una herida punteada de salitre
que llevamos nosotros navegantes desnudos
paganos habitantes del agua y de la piedra
tu nombre es este barco
erizado de torres y ciudades revueltas
por sobre el horizonte de tu cuello tendido
el grito del vigía se desangra en lo alto
y acá abajo te crecen las carcomas del sueño
las leyes de difuntos
el combate de amantes bordoneado de semen y dolorosa arena
este barco es tu nombre y es una lanza hundida
en la tierra tomada de tu vientre
por encima del vasto lecho azul en que nos colocaste
soplas en nuestras bocas con tu furia blanquísima
y corremos y nos abalanzamos hacia mares ocultos
y nos amamos ciegos a puras dentelladas
bajo todas las formas de la miel y la hoguera
por tu preciso nombre nos amamos a muerte en las batallas
las mujeres te alumbran con las piernas abiertas al naufragio
los sacerdotes y las sacerdotisas cantan tus profecías
los pobres te celebran en mesa sin manteles
con cuchara de frío y pan de nieve
nos hemos entregado a tus dedos lascivos
y escalamos tus pechos en busca de la lechosa luz del día
somos obreros de tormentas escultores de tumbas
para encerrar lo negro y echar abajo el muro
pero vamos cayendo de uno en uno al pie de tus almenas
cuando estemos dormidos suéñanos en un sueño
y echa a rodar el ancla hacia la tibia orilla
cuéntanos una historia de poder y de fiesta de escándalo y milagros
en que seamos todos
el más perfecto pan que has amasado

El espejo quebrado

una colmena tomada por luciérnagas, un páramo de asombro y el asombro
derramado en el hielo, ciudad rumbosa de centelleantes ruinas y estoy en
soledad sobre la luz, la cortesana errante, mohosa de espesura, se
contemplaba en mí, enroscando esa pluma de reina de las nieves, aquel
pliegue insolente del cabello, gelatinosa boca, los ojos resbalosos de
lentejuela y lápiz y el pie - cornamenta y marfil, cobarde pez- deslizándose
apenas para quebrar la superficie trémula, caliente vaho de caballos
blancos, en cuyo fondo mi corazón temblaba,
yo el embrujado de toda desnudez en danza de festoneado vientre, para mí
se envolvía en banderas de atardeceres rojos
pero volvieron las agujas de relojes en vela, veleidosas, alguien llamó a la
puerta y un ángel desolado vino a vagar en torno de su lámpara mientras
ella, meneante, se pintaba los labios, furiosa se pintaba
se ahogaban los sonidos en el fondo de cajitas acuáticas, una, dos, siete
veces los relojes rampantes, pero llaman y llaman a la puerta, no te irás a la
sombra mohosa que no sé, que no veo
la sombra te devora, me devora, te suprime y me asalta
y estalló en mi reflejo la ríspida tersura de ese cuello mientras la cabellera
reluciente caía, vidrio guillotinado, untuosa rebeldía, tajo de luz lamiendo
lo granate y dulzón de esa humedad rajada.

Con galia y entre flores

ellas y vos vestidas de ocho años oficiaban historias
y hacían venir leyendas al pie de los naranjos
dibujaban designios en la tierra
y pasaban después en carretilla
empujando por turnos entre gritos
ellas y vos la misma sentada entre las tunas
una mano apoyada en la mejilla y en el pelo pelusas panaderos
flores de sangre y cielo contra el pecho
no te sorprenderías de tan verde recuerdo
si volvieras ahora caminando
¿y si te colocaras en el ángulo blanco de este sol
y si me derramaras la multitud del tiempo de tu ausencia
en mitad de la cara?
así las manos largas de esa sombra de enero
me habrían dejado allí como en un cuadro
"Con Galia y entre flores"
y el pasado detrás
inocente feroz
iba a decirte
a lo mejor espero y te lo digo

Abuela de hojarasca

vas murmurando y deshaciendo cáscaras cortezas celebrando conjuros con
el musgo que en la noche crecía al amparo de los húmedos signos que nombrabas
la punta de tu vestido negro desciende en línea curva hacia este ayer
de salamandra y pan desde el que miro
abuela
en la hojarasca latía la gota de resina envuelta en compasión de anhelo
amante por la araña que tejía en rocío y en tan callado ruido tu palabra
te sentabas debajo de tu reino a contemplar el sorprendido paso de la aurora
tu ojo verde ya vuelto hacia el viento del norte por donde va estallando el
polen la tierra recostada a lo tibio de tu falda el chistido de búho de una
rama al quebrarse
en agosto era el agua plateada de la lluvia
cayendo en tus calderos
los ponías a esperar a la puerta
sedientos vigilantes su redondez rotunda
acaricia de luto la memoria de una tarde extendida en el aire como un
guante
no sonrío
me miro en el espejo del caldero y desde el agua sube la dentellada suave
olorosa a aluminio en la concavidad de los secretos una revelación
era tan niña y sin embargo
yo vi
en cambio tú escuchabas
el mensaje fue siempre para ti
pero de uno en uno
como pájaros negros que se van los años alzan vuelo y me dejan caer
la urgencia de un camino casi una cacería
un rastro de rituales bajo la luna llena
colócame una luz en la ventana
por si la lluvia
por si no me reclaman

A caballo de un signo

alguien me lo contó lo supe de algún modo
y vengo
de palabra en palabra
como de piedra en piedra a deshacer
esta noche la voz entró volando en la oquedad del tiempo y del espacio
y se tendió en la letra como sobre el escudo de un guerrero vencido
a desdecir la línea de la rosa el nombre
la inquietud del silencio que no se sabe rosa
el tiempo es un andamio hacia la noche por donde voces muertas
van trepando hacia el centro de otro signo
la piel de una verdad que se escribe y se borra
galopa hacia las olas y desanda el camino
ley de las doce tablas se desploma rugiendo
escrituras sagradas en rollos de carnero
ciudadelas de letras bibliotecas sitiadas
abandonan su lengua todavía no quieren confesar
y alguien dirá que mienten sin embargo
melodías de cuna canciones de batalla
sin carmelas ni lunes ni cielitos
serenatas al pie de los balcones
desandadas de noches por donde va la luna afilando cuchillos
manuscritos que lloran a escondidas
todo se eleve y salte
cabeza de diamante en avanzada
hacia la línea blanca del círculo polar
de piedra en piedra vengo
de palabra en palabra
a caballo de un signo