Alguien mueve los ruidos



Una advertencia: el lector que penetre en este bosque u océano que nos presenta Alguien mueve los ruidos, debe saber que no transitará por los caminos del sosiego ni hallará las cosas bellas u ornamentadas de un falso prestigio literario. Se sumergirá en la hondura de un mar o en lo intrincado de la selva donde el ritmo de sus metáforas es incesante y renovado, sin llegar jamás al límite del desborde o la fatiga, pues esa misma sintaxis sincopada, envuelve y hechiza al lector en esa “caída” que como indica el título, lo conducirá a “su” libertad o a “su” abismo. Porque ésta es una poesía abismal. Mar o montaña, aquí el vuelo del verso es verso de altura, su aliento pertenece a una respiración lírica de extraña y rotunda intensidad: la de una poética mayor.

La poeta ha dejado de lado el costado confesional o autobiográfico en procura de apresar la más exacta expresión de las palabras. La única. Por eso es esta una poesía abierta, vital y vibrante, que se proyecta a todos los ángulos de lo humano y del fenómeno de la creación.

Jorge Arbeleche