los guardados




si te dejaron por toda herencia el alma
el desliz inocente, la confesión liviana frente al fuego
las intenciones más o menos secretas, que siempre serán buenas
porque son las de ellos y hay que beber, al fin, de su aire en la luz
de lo que dicen y de lo que se callan
si en una plaza de baldosas azules
el alma te dejaron, rezumante de orines y leyendas urbanas
un pañuelo arrugado, una palabra simple en un cuaderno, la arena tenebrosa
perdida entre sus páginas
si al echarse al combate, antes del alba
te guardaron el alma debajo de la piedra
empapada de vida y envuelta en la bandera
de esa tarde de sol que te dolió en los huesos
para tu solo nombre custodiada por siglos
¿adónde fueron cuando al doblar la esquina de aquel árbol final
se perdieron para toda tu noche, para todo tu día
para todos los soles que te quedan?
¿por qué se fueron, si aunque vuelvan no vuelven
si nunca más esa precisa risa
esa precisa gracia de una mano en el viento
el ruido de los vasos y las voces
la mirada pequeña de tu hermano que nunca viajará sobre el poniente
si nunca más el sol de ese preciso día?
miserias de memoria, migajas de un medallón de luz sobre esa frente
y las diez uñas juntas que no pueden hundirse en un hoy para siempre
¿por qué duele lo bello? ¿por qué no muere, en fin
sin tanta repetida desventura?
¿adónde van los días de la dicha, resbalosos y errantes como peces de plata
en la corriente?
cuando cae la sombra su sombra se pasea
en torno de tu casa

Marcia Collazo Ibáñez